Todos los siglos que han pasado, y no has sido capaz de perdonarme. Va por ti, Felicidad.
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O acaso los años caballerescos acabaron
en la tumba junto con el viejo mundo,
yo era rey en Babilonia
y tú eras una esclava cristiana.
Te vi, te tomé y te dejé,
sometí tu orgullo y acabé con él.
Y una mirada de soles se había puesto y había brillado
desde entonces sobre la tumba
decretada por el rey de Babilonia
para ella, la que había sido su esclava.
El orgullo que pisoteé es ahora mi cruz,
porque ahora soy yo el pisoteado
El viejo resentimiento dura tanto como la muerte,
porque amas, pero te reprimes
Me parto el corazón contra tu dura infidelidad,
y me lo parto en vano.
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